así y todo

Así era de extraño cada vez que me detenía ante el espejo. Mis manos que en algún momento eran suaves y elásticas ahora las veía cubiertas de marcas, verdaderos surcos por donde veía fluir la sangre. Mi cara ya curtida por el sol blanquesino de la nieve ocultaba esos rasgos que eran para el resto, bellos. El pelo comenzó a florecer por todas partes, así como la tierra se abre para dar paso a una tímida planta con su extraña raíz, de esta forma se abrían mis poros para dejar pasar estos pelos como lana. Las pequeñas callosidades escondidas bajo mis pies y las palmas de mis manos, se transformaron en furúnculos duros como piedra, que apenas sentían. Mi apetito creció desmesuradamente, y con el correr de los días y meses comenzé a engordar.
La expediciones en el polvo-nieve, se hacían más frecuentes (a ello atribuía todos mis cambios), según mi jefe se debían a los rápidos cambios climáticos que cerrarían de un momento a otro el paso, y debíamos impedirlo o al menos demorarlo todo lo que durara el trabajo.
El frío ya no traspasaba mi dura piel, ni quemaba mis manos. Ya no gemía siquiera al caer de un barranco y hundirme en esa masa intermitente, pues no sentía dolor.
Así fue como una mañana amanecí convertido en perro.

Tan rápido, tan fortuito y tan inmensamente doloroso.